Emma Sepúlveda: “se guardó mucho silencio porque había muchas personas comprometidas”

  • ‘Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa’ (Ed. Catalonia) denuncia los sucesos de Colonia Dignidad y las atrocidades del nazi y pederasta predicador Paul Schäfer
  La escritora e investigadora Emma Sepúlveda (Argentina, 1950) regresa a las librerías con la novela Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa (Ed. Catalonia), un relato sobre uno de los lugares más escabrosos de Chile, Colonia Dignidad. A través de estas páginas, Sepúlveda da voz, sobre todo, a aquellos niños/as y mujeres que jamás vivieron en esa tierra prometida por el nazi, predicador y pedófilo Paul Schäfer. En 1961, un grupo de alemanes abandonaron sus hogares, pertenencias y a muchos de sus familiares para embarcarse hacia un paraíso dorado que les permitiría vivir en una supuesta armonía bajo los designios de un mesías bondadoso. Sin embargo, ni la partida de ese viaje ni la llegada a ese nuevo mundo respondían a un plan divino, más bien, en primer lugar a la huida desesperada del pederasta Paul Schäfer, que había sido denunciado por abusos sexuales en la colonia creada en Heide, Alemania, y en segundo lugar, los cimientos y las alambradas de ese edén idealizado, bautizado como Colonia Dignidad, sólo dieron alas al “sadismo extremo” de Schäfer y sus jerarcas bajo la fórmula de un estado totalitario, semejante a los campos de concentración, donde el hambre, las torturas, las violaciones y los asesinatos formaron parte de la vida cotidiana de sus nuevos moradores. Cuando mi cuerpo dejó de ser tu casa es, según la propia ensayista, “el libro más difícil que he escrito y al que más le he llorado”, que desde su juventud siempre ha vivido en la memoria de Sepúlveda, porque todo Chile sabía sin querer conocer que cosas extrañas sucedían en la Sociedad Benefactora y Educacional Dignidad, que se creó cerca de la ciudad de Parral, a unos 350 kilómetros al sur de Santiago. Y sobre la que “creo que se guardó mucho silencio porque había muchas personas comprometidas afuera”, arguye Sepúlveda, al hablar de ese estado creado dentro del estado chileno, que llegó a contar con escuela, dos hospitales, fábricas, tierras de cultivo, e incluso, una jurisprudencia propia. El personaje ficticio de Ilse, la protagonista de esta historia, que está inspirada en el “núcleo familiar de uno de los socios de Schäfer, Hugo Baar”, va narrando a modo de diario cómo era la vida dentro de Colonia Dignidad. Desde esos primeros cimientos, en los que las familias fueron separadas y todos, inclusive niños, trabajaban más de diez horas diarias, hasta los abusos, las torturas, las violaciones, Colonia Dignidad se erigió como una sociedad jerarquizada en la que primaba la voluntad y los deseos del Schäfer, quien proyectó que la colonia naciese y muriese con él, por ello, se procedió a esterilizar a muchas de las mujeres. Sólo algunas pudieron tener hijos, pero, “ser madre de un hijo en ese lugar tuvo que ser algo totalmente desolador”, manifiesta Sepúlveda, porque en esa estructura piramidal, donde los colonos fueron despojados hasta de los apellidos, y en la que a la cabeza estaban Schäfer y los jerarcas, se creó una red de control, vigilancia y sometimiento. Los pocos padres y madres, que viajaron a Chile, fueron obligados a desvincularse de sus hijos, los hombres y mujeres pasaban a convertirse en tíos, y todos debían vigilarse y delatarse unos a otros. Ninguna información, que no fuese filtrada por Schäfer, podía acceder a la colonia, y quien quisiera entrar, no saldría jamás. El control y los castigos fueron los mecanismos básicos para doblegar las voluntades y vidas de todos los colonos. “Los jerarcas eran tan degenerados como él. Por eso, ellos nunca fueron en contra de Schäfer porque eran igual de malvados que él.” Utilizaron la estrategia del miedo. Schäfer se alzó como el salvador y protector de la colonia, culpaba al “diablo de todo lo malo y también al comunismo. La palabra de él es la que escuchaban todos los días”, continúa Sepúlveda. “Al principio fue fácil, pero luego los fueron controlando con drogas y electroshock. Y a parte de la transformación física con las drogas y los electroshocks, estuvieron recibiendo ese mensaje a diario,” hasta perder su identidad y su voluntad. Los colonos vivieron aislados tanto del exterior como en el interior de la propia colonia. La palabra estaba prohibida. Y cuando la población infantil dejó casi de existir en Colonia Dignidad abrieron las puertas a la población chilena, para seguir escribiendo otro oscuro capítulo de la historia de la colonia con la adopción ilegal de niños chilenos, los trabajos forzosos y, de nuevo, más abusos. Según describe Sepúlveda tras las horas de investigación, “lo más terrible es que las víctimas eran sobre todo niños, que en su mayoría no tenían a su familia en Chile, porque sus padres los habían mandado desde Alemania pensando que aquel era un buen lugar, y quién los iba a escuchar. Estaban solos. A parte de eso, no se ha hablado mucho de la violencia hacia las mujeres, las cuales, eran torturadas, vejadas, humilladas. A las mujeres durante todos esos años se les negó una educación.” Las mujeres dentro de la Colonia Dignidad sólo servían para trabajar y para entretener. La supervivencia de Colonia Dignidad no sólo estaba ligada al férreo control que se ejercía dentro de la colonia, también por la red de clientelismo y corrupción que Schäfer tejió a su alrededor. “Los políticos le temían a Paul Schäfer. Él tenía un fichero de muchas personas importantes en Chile, donde él detallaba sus domicilios, qué habían hecho, qué no habían hecho, era una verdadera Gestapo dentro de Chile, que a la dictadura le sirvió muchísimo”, explica Sepúlveda sobre el poder que Schäfer acumuló, hasta el punto de conseguir a finales de los sesenta, que “desaforasen a dos políticos, Taricco y Fuentes, imagínate el poder que tenía este hombre. A parte de eso, el embajador de Alemania en Chile lo ayudó a empezar Colonia Dignidad. Y el embajador de Chile en Alemania también. Alemania nunca se preguntó qué estaba pasando ahí.” Por ello, los fugados eran devueltos a la colonia; la corrupción, los chantajes consiguieron blindar la vida de la colonia. Muchos políticos crecieron gracias a la Colonia, como el propio dictador Pinochet, a quien se le ayudó a hacerse con el poder. Fue la época dorada de la colonia. Comerciaban con armas, drogas, cooperaron con la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), el organismo encargado de la represión política durante la dictadura. En Colonia Dignidad se torturó y se exterminó a la disidencia chilena, como expone Sepúlveda, “muchos compañeros de Chile desaparecieron allí.” Hoy día, aún continúan las labores de recuperación de los cuerpos, aunque muchos documentos y cuerpos fueron destruidos. En la actualidad, Colonia Dignidad rebautizada como Villa Baviera, tras la detención y posterior fallecimiento de Schäfer, vuelve a enfrentarse a su pasado, como arguye Sepúlveda. “Ahora, se vuelve a hablar del tema, porque muchos familiares de los desaparecidos chilenos durante la dictadura, muchos niños chilenos, que fueron adoptados ilegalmente, y algunos colonos que regresaron a Alemania están pidiendo que se cierre el lugar. Ahora hay un esfuerzo más internacional para que se le vuelva a dar una mirada a ese sitio y que se cierre. Es inhumano que todavía se celebren bautizos, bodas y fiestas ahí. Ahora, Chile está volviendo a tomar conciencia de lo que pasó. Y también Alemania. Porque muchos de los que aún viven tienen muchos problemas mentales, físicos, de las torturas. Y esta gente ni siquiera tiene una jubilación porque Schäfer les robó toda la documentación y el dinero. No tienen nada.” Por otro lado, quedan personas vinculadas al círculo de Schäfer, como el médico Hopp, que vive libremente en Alemania. Por ello, este libro como manifiesta la propia Sepúlveda es un homenaje a todos los que fueron víctimas del mundo de Schäfer, porque hoy día tanto los que viven dentro como fuera de la colonia aún necesitan cerrar heridas puesto que a todos ellos se les robó su infancia y parte de su vida adulta. Sobre la autora Emma Sepúlveda estudió Historia en la Universidad de Chile y se tituló en Estados Unidos, país donde ha vivido por más de cuatro décadas. Magíster y doctorada en la Universidad de California, Davis, ha recibido numerosos reconocimientos por su trabajo en literatura y en defensa de los derechos de los latinos en ese país. En 1994 fue la primera latina candidata al Senado de Nevada. Sus comentarios sobre temas políticos, económicos y sociales se convirtieron durante diecisiete años en una sección dominical permanente en la prensa de Nevada. Hasta ahora, Emma ha publicado más de 30 libros tanto de escritura creativa y crítica literaria, como de enseñanza del castellano y de investigación. Entre los múltiples reconocimientos recibidos cabe mencionar el Thorton por la Paz, el GEMS Mujer del año en literatura, el Carolyn Kizer en poesía, el Silver Pen en literatura y el Nevada Writers Hall of Fame. Formó parte del comité que creó el primer museo de los latinos en Washington DC y en 2014 el presidente Barack Obama la nombró en el prestigioso Comité Internacional de Fullbright. Entrevista hecha por Arantxa Carceller Genovés.
Facebook
Twitter
Telegram
Email
WhatsApp

Deja un comentario