Tània Balló: “el exilio en sí es un lugar desolador”

La cineasta Tània Balló (Barcelona, 1977) regresa a las librerías con No quiero olvidar todo lo que sé (Espada), la tercera entrega de las vivencias de Las Sinsombrero. Ya el 2015, Balló nos presentó en formato documental, un año después en papel, a un grupo de mujeres artistas españolas nacidas entre 1898 y 1914, más conocidas hoy día como Las Sinsombrero, que fueron cruciales en el desarrollo artístico y sociopolítico de la España de finales de los años 20 e inicios de los 30. Este proyecto siguió creciendo hasta llegarle la luz a Las sinsombrero 2. Ocultas e impecables, donde Balló visibilizó a aquellas Sinsombrero que sufrieron un exilio interior bajo el franquismo. Ahora, cierra el ciclo documental, también esta trilogía literaria, poniendo el foco en aquellas Sinsombrero que tuvieron que exiliarse más allá de nuestras fronteras, a través de la experiencia, personal y profesional, de María Dolores Arana, Luisa Carnés, Mada Carreño, Magda Donato, Cecilia G. de Guilarte, Concha Méndez, Silvia Mistral, Carlota O’Neill y Ruth Velázquez.

Tras todos estos años de investigación, ¿No quiero olvidar todo lo que sé cierra este periplo?

   “Cerramos un periplo de la trilogía literaria de las Sinsombrero, de igual manera que cerré el periplo documental; ahora, las Sinsombrero dan para mucho. Ya no me reconozco en ningún lugar sin que ellas me acompañen de algún modo. Nunca se sabe.”

¿Qué destacaría de todos estos años de investigación junto a las Sinsombrero?

“La verdad, es que ahora mirando para atrás y a punto de inaugurar la exposición dentro de quince días de Las Sinsombrero en Madrid, tengo la sensación, de aparte de ser un proyecto reivindicativo, que aclama la injusticia y la inclusión de estas mujeres en relato hegemónico, y por supuesto, es lo más importante, para mí también, es la gran oda a la amistad. Estas mujeres fueron muy amigas y esa amistad les permitió enfrentarse a los grandes retos que, por desgracia, la vida les puso por el camino. Siempre acabo encontrando esa carta, esa confidencia, esa voz que aclama a las amigas para la propia supervivencia emocional.”

¿Amistades que fueron cruciales?

   “Sí, más en el exilio. Aquellas amistades que ya vienen de la España que se huye, aunque prosiguen en el exilio, las que impactan a estas mujeres son esas nuevas amistades en el exilio, también de exiliadas, es el caso de Concha Méndez y María Dolores Alana, Silvia Mistral y Cecilia G. de Guilarte, Marta Donato y Magda Carreño, que no se conocían anteriormente y de repente se encuentran en el exilio, en ese lugar compartido en el que, de repente, se convierten en grandes amigas ya de por vida.”

No quiero olvidar todo lo que sé reivindica la memoria del exilio, ¿jugó el franquismo a extender un manto de desmemoria?   

“Por supuesto que el franquismo contribuyó a ese olvido, porque instauró un nuevo modelo de mujer, pero fíjate que en otros países donde no ha habido dictadura también existe el olvido de esas mujeres. Es verdad que la idiosincrasia de la España del régimen asume ese olvido, pero por desgracia ese olvido lo encontramos en otras épocas de la historia española. El olvido de las mujeres es algo perenne, que ya forma parte de un hábito, porque la historia está escrita por y para los hombres.”

¿A ese silencio, en el caso de las mujeres, añadimos esa doble condición de exiliadas y mujeres?

“Las mujeres que se exilian viven una doble tragedia, ya la del propio exilio, que es una cosa compartida con sus compañeros, y además hay muchos condicionantes que hacen que estas mujeres no puedan acabar desarrollando la natural evolución de su autoría. Eso creo que pocas veces se ha reivindicado. Con el triunfo del fascismo en España, se perdieron muchas cosas y una de ellas, una generación de mujeres que hubiera aportado a la historia cultural y literaria española, yo creo, unos puntos de vista y unas miradas necesarias y muy interesantes.”

 En el libro, se deja ver qué supuso el tiempo de la República y la Guerra Civil para estas mujeres que vivían una época de ebullición cultural y social, para luego, ¿el olvido?

   “A partir de la mitad de la década de 1920 y la Segunda República, una nueva generación de mujeres aclama su independencia y su autonomía, que además estará acompañada por unos movimientos, también europeos y americanos, que les apoyan y, de alguna manera, ya están en marcha. Esto hace que ellas empiecen a reivindicarse y a ocupar ese espacio público que hasta ese momento se les tenía vetado. Cuando llega la República, es la culminación de todas esas luchas y de todos esos anhelos. La República hace ley la igualdad, pero eso no quiere decir que de la noche a la mañana cambie una sociedad tradicionalmente machista. Ellas tuvieron que seguir luchando, pero sí que es cierto, que ya partían de la certeza de ser consideradas ciudadanas de primera. Y en eso, ya me centro más en este grupo de mujeres, ya sean políticas, intelectuales, literatas, les da la certeza de ser sujetos históricos. De alguna de manera, ellas eran conscientes de que estaban viviendo una etapa de cambio y que ellas formaban parte de ese cambio. Cuán fue la decepción, cuando sin dejar de ser esto en ningún momento, después de la dictadura, se empieza a recuperar esa memoria de los vencidos, por decirlo de alguna forma, pero ellas ven que no están incluidas en ese relato colectivo. Ni ellas ni sus hazañas. Para mí, donde más desolación he encontrado es en ese momento, cuando ellas fueron conscientes que esa lucha contra el olvido no la iban a ver.”

 En su libro, muestra qué significó el exilio para ellas, e incluso traza un puente entre esos hombres y mujeres que huyeron de nuestra guerra, con otros hombres y mujeres que hoy día también huyen de sus guerras, pero ¿entendemos realmente qué supuso el exilio?

“El exilio fue una gran tragedia; primero, porque ya venía de una tragedia, después, porque ya fue consecuencia de una tragedia. Fue un exilio muy largo, de cuarenta años para muchas de estas mujeres y hombres, y para algunas para siempre. Y es un exilio lejano en la mayoría de los casos, donde regresar, cuando se pudo regresar, también era un esfuerzo. Creo que la sociedad española tiene que recuperar la memoria del exilio, tiene una gran deuda con el exilio, porque durante muchos años el exilio se ha entendido mal. Cuántas veces hemos oído la expresión, ese exilio dorado, bueno dorado el qué. Está claro que si lo colocas en un lugar comparativo con los que se quedaron, por supuesto. Ellos y ellas huían para no quedarse, por lo que representaría quedarse, pero salvada esta comparación que no debería existir, el exilio en sí es un lugar desolador para muchos de los españoles y españolas que se marchan. Es un lugar de soledad. Es un lugar de supervivencia. Es un lugar de precariedad. A la vez también, es un lugar de amistades, de sororidad, de nuevas experiencias, pero todo eso con una carga emocional muy fuerte, porque no podemos olvidar nunca que esa gente sale de una guerra, muy trágica y con un enorme sentimiento de derrota.”

Por último, usted que lleva años investigando sobre la memoria ¿por qué aún cualquier publicación sobre la República, la Guerra Civil o el Franquismo genera tanto hastío, frente a otros temas que sí tienen una abundante producción como la Segunda Guerra Mundial?

“Cuesta enfrentarse a la propia historia. Creo que la polaridad, que aquí conlleva la propia memoria, hace que la historia sea una cuestión de controversia social, polarización, etcétera. Como se genera este lugar de discusión y polarización, es ahí donde surge el problema, de no poder ver nuestro pasado cómo fue y entenderlo. Y reconocer la España que pudo ser y no fue.”

Entrevista hecha por Arantxa Carceller Genovés en octubre de 2022.

Foto cedida por la misma Tània Balló

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