Luis García Montero: “vivimos en un mundo donde es muy difícil ser dueño de tus propias opiniones”

El pasado 8 de noviembre, el poeta y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero (Granada, 1958) presentó su último poemario ‘Un año y tres meses’ en Valencia, gracias a la organización de la editorial Tusquets y la Sala Russafa, junto con la colaboración de la Librería Imperio. El poeta valenciano Carlos Marzal fue el maestro de ceremonias en una velada donde la presencia de la escritora Almudena Grandes habitó en las palabras, anécdotas y los versos, que su compañero compartió, y recitó, con los lectores.

A las 19:30h se abrieron las puertas de la Sala Russafa, y en su corazón, los dos poetas, para deleite de los presentes, conversaron sobre ‘Un año y tres meses’, «una elegía que nos lleva a amar la vida”, en palabras de Marzal, y que cierra, como comentó el propio Montero, el círculo abierto por su poemario ‘Completamente viernes’. A unos días de cumplirse un año sin Almudena, Montero comentó que la ausencia, la muerte se ha convertido en «un animal doméstico”, aun así, “este libro, a pesar de la muerte de Almudena, me ha dado más consuelo que sufrimiento.” Tras el diálogo entre Marzal y Montero, el poeta granadino regaló a los presentes la lectura de varios poemas como LectoresLa ResistenciaNo me salen las cuentasLa muerte es sueño y Un año y tres meses, que da nombre al poemario.

Antes de que la sala se llenase y los versos de ‘Un año y tres meses’ resonarán en la estancia, pudimos conversar unos minutos con el poeta Luis García Montero.

¿La poesía nos ayuda a pensar lo que decimos?

   “A mí siempre me gusta decir que el poeta que está un tiempo pensando en las palabras que tiene que utilizar representa cualquier ser humano que intenta ser dueño de sus propias opiniones. Y eso ahora, hay que repetirlo mucho porque vivimos en un mundo donde es muy difícil ser dueño de tus propias opiniones. Existen poderosísimos medios de creación, de corrientes de opinión, incluso de control de las conciencias. Ahora, la información corre el peligro de ser sustituida por los bulos, por la mentira controlada. Entonces, una de las cosas que a mí me ha enseñado la poesía es que no hay que confundir la verdad con la sinceridad. A veces somos muy sinceros y repetimos cosas que no hemos pensado bien, o que son mentira, o que hemos creído, y resulta que no son verdad, que era mentira. En ese sentido, la poesía es un proceso de conocimiento de alguien que quiere hacerse dueño de sus propias opiniones, y la verdad siempre es un punto de llegada, no un punto de partida. No es más verdadero el espontaneo, sino aquel que piensa lo que dice antes de decir lo que piensa.”

¿Ahí la famosa cita de Machado?

“Sí, a mí me gusta repetirla mucho. Machado, en su ‘Juan de Mairena’, advirtió a los alumnos muchas cosas, que me gusta repetir, y una es esa: tener cuidado que la verdad y la libertad no nos la jugamos a la hora de poder decir lo que pensamos, sino de poder pensar lo que decimos. Poder decir lo que se piensa, y yo nací en una dictadura, es fundamental, pero ahora, ya viviendo en la democracia sé que no basta con decir lo que se piensa, que nos lo jugamos todo a la hora de poder pensar en nuestra conciencia, en lo que decimos. Otra de las ideas maravillosas de Antonio Machado, que me gusta repetir, cuidado con quien os diga que no os metáis en política, porque eso significa que quiere hacer la política sin vosotros, y seguramente contra vosotros. Lo repito mucho porque creo que son cosas que están muy a la orden del día. Las modas van cambiando mucho, pero hay cuatro, cinco, valores fundamentales que están ahí, y a veces los poetas son los que nos los recuerdan.”

Entonces, ¿podríamos decir que la literatura nos ayuda a entender nuestro contexto y a estar vigilantes?

 “Sí, fíjate, yo creo que es un ejercicio de conciencia, y eso significa estar siempre preguntándose. La poesía a mí me ha ayudado a preguntarme qué digo cuando digo soy yo. Y también a preguntarme cuando digo soy hombre, qué digo cuando digo soy mujer, porque, claro, cuando mi hija, que tiene 25 años, dice mujer, no dice exactamente lo mismo que decía mi abuela a principios del siglo XX. Su vida, su sexualidad, su relación con el trabajo, sus relaciones en la sociedad son completamente distintas. ¿Qué es lo que ocurre? Que descubrimos que la historia no sólo pasa por el exterior, sino que pasa por el interior, y que los sentimientos son históricos. La manera que tenemos de enamorarnos, de pensar en la muerte, pertenecen a la historia que vivimos, a la sociedad en la que vivimos. Por eso, la poesía invita, desde luego, a mirar hacia el exterior, pero sabe que el contexto es algo que está fuera del yo sino en nuestra educación sentimental. Por eso, es fundamental aprender a conocerse, aprender a vigilarse.”

Por lo tanto, ¿las emociones forman parte de nuestra historia, tanto sujeto individual como sujeto que forma parte de una colectividad?

“Yo creo que es fundamental, uno de los grandes errores en la tradición ilustrada fue caer en la tentación de separar la razón de los sentimientos. La razón sin sentimiento se convierte en algo muy práctico, y puede desembocar en un campo de concentración, una cámara de gas o en una bomba atómica; y los sentimientos sin razón se puede acabar convirtiendo en un linchamiento, en una invitación al odio, en un movimiento populista, que acabe con la convivencia y las instituciones. En ese sentido, es muy importante que la razón y los sentimientos vayan de la mano. Y eso me sirve a mí para pensar en las instituciones, que bien que los seres humanos respeten las instituciones, pero que bien que las instituciones no pierdan de vista que su labor es amparar a los seres humanos, y en ese sentido, la emoción poética es el espacio donde uno toma conciencia de esa hermandad entre razones y sentimientos. Aquello que nos emociona, es aquello que en realidad no puede ser traicionado.”

¿‘Un año y tres meses’ también recoge su tradición como poeta de aquellos que han sido maestros suyos?

“Cuando uno escribe sobre cosas que le afectan mucho, tienes la misión literaria, y eso es un aprendizaje de la poesía, de no caer en el desahogo autobiográfico. Tus meditaciones quieren que sea validar para algo más que el propio yo, para que el lector las sienta, las habite y les ayude, a los lectores, a pensar en la muerte, el amor, la vida humana, la manera de trascender el yo biográfico. Y para eso, la gran ventaja que tenemos los seres humanos es la de sentirnos herederos de una tradición, en el caso de la literatura, para comprender el sentido de mi dolor, y superarlo, pues puedo dialogar con el Arcipreste de Hita, con Jorge Manrique, con Calderón, con Quevedo, con Garcilaso, con Rosalía de Castro, con Joan Margarit, con los poetas que han ido configurando una meditación sobre la muerte, que me ayuda a reconocer que lo que me pasa a mí, no es una cosa encerrada en mí mismo, sino que es algo que afecta a la condición humana y que hay que responder desde la propia condición humana para salir del hoyo, en el que uno de pronto se ve sumergido.”

Por último, si Almudena reivindicó siempre la alegría, ¿podríamos decir que usted reivindica la esperanza?

“En el diálogo con la poesía y a lo largo del libro, hay cosas que se van iluminando. Almudena decía, bueno las cosas pueden salir bien o mal, pero hay convicciones a las que uno no renuncia, para no traicionarse, y el amor a la vida es una convicción, porque ahí están los hijos, la sociedad, la realidad, los médicos que te han cuidado y están los hospitales, y está la gente que tiene derecho a saber que el cáncer se supera, y está la necesidad de defender la sanidad pública, porque esto no es una tragedia privada, esto es una realidad colectiva. En ese sentido, la esperanza es una respuesta tanto personal como social, porque hay que exigir que los cuidados se conviertan en el ámbito de la convivencia y defender la sanidad pública, pero también en el ámbito de lo privado, porque uno se dice, si siento tanto una perdida, es porque he tenido la suerte de disfrutar una alegría durante muchos años, y en ese sentido, la luz tiene su papel también al lado de la oscuridad. Seguramente si no hubiera conocido el amor, no estaría dolorido, pero no renuncio al amor que he disfrutado durante treinta años, como tampoco renuncio a lo que significa cumplir mi propio destino cuando he podido cuidar o me he sentido cuidado por mi amor, mientras estábamos viviendo la enfermedad.”

Sobre el autor

Es catedrático de literatura española en la universidad de esta ciudad, y en la actualidad, director del Instituto Cervantes. Sus libros de poesía, como, entre otros, Habitaciones separadasCompletamente viernesLa intimidad de la serpienteVista cansada o Un invierno propio, son ya hitos destacados de la poesía española contemporánea y han merecido los más prestigiosos galardones, como el Premio Adonais (1983), el Premio Loewe (1994), el Premio Nacional de Poesía (1994), el Premio de la Crítica (2003), el Premio Internacional de Poesía López Velarde (2017) y el Premio Carlo Betocchi (2020). Es autor de varios ensayos sobre sobre la poesía europea contemporánea, de ediciones críticas de Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Rosales y Carlos Barral, y ha adaptado para la escena clásicos como OteloLa Dorotea o La Celestina (Tusquets Editores, 1999). En narrativa, es autor de Mañana no será lo que Dios quiera (2009), de la biografía novelada del poeta Ángel González que fue Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid, No me cuentes tu vida (2012), y de Alguien dice tu nombre (2014).

Entrevista hecha por  Arantxa Carceller Genovés 

Facebook
Twitter
Email
WhatsApp

Deja un comentario