Almudena Grandes: “El pan es la metáfora de la supervivencia”

Almudena Grandes hace un paréntesis en sus Episodios de una Guerra Interminable para retratar nuestro presente más inmediato con Los besos en el pan. A través de estas páginas Grandes presenta una novela coral, “un mosaico de historias de muchos personajes”, con noticias de nuestro día a día, durante un año, para retratar la vida de tres generaciones, de “una realidad que aún no ha cristalizado”.

Almudena Grandes se plantea todo un reto con esta novela, al saltar del pasado, los años de postguerra y franquismo, al presente más reciente. “Desde el principio pensé que para que esta novela tuviera ese aire como de novela colectiva, y de novela instantánea, que cuenta la realidad, lo mejor sería irme al tono, al principio de la novela, de las voces en off de las películas del neorrealismo italiano y de las películas de Berlanga de aquí de los años 50’. El principio de la novela es un poco como el principio de esas películas, vamos a ver un barrio de Madrid, antes de desarrollar la historia”, explica Almudena Grandes. “Este libro lo he escrito sin distancia sobre la realidad, ha sido como subirme a un trapecio sin red. He renunciado a las ventajas del pasado, porque cuando yo escribo del pasado llevo una mochila detrás que es la verdad histórica, que en este país nunca es una, pero es mi verdad histórica, que está documentada, apoyada, en el trabajo de los historiadores y los hechos consumados, y eso a mí me apoya en el suelo y me ancla a la realidad. Aquí en cambio bueno pues he hecho un libro casi impresionista, hecho de muchas impresiones, de la realidad más cercana. Escribir en presente es muy distinto a escribir en pasado. Yo cuando escribo en pasado es como bailar valses en salones inmensos. El presente indicativo es un tiempo verbal muy potente pero muy limitado. Entonces, aquí yo sentía que más que bailar valses yo boxeaba con el lector. Y es otra manera de escribir. Y he aprendido mucho sobre los tiempos verbales escribiendo este libro, y a escribir sin red”.

Los besos en el pan transmite la historia de un barrio cualquiera, en este caso Madrid, que lucha por sobrevivir a pesar del huracán de la crisis económica, de la que somos testigos directos. “La idea de la novela es contar la vida de un barrio de una ciudad, que puede ser Madrid o que puede ser cualquier otra, e incluso, de otros países de Europa durante un año. Esa es mi intención. La novela tiene un final y un principio arbitrario. Esta construido como un mosaico de muchos personajes, en un barrio, además, que se caracteriza por ser muy heterogéneo socialmente. Hay gente mejor situada económicamente, y gente más pobre. A mí eso me interesa porque creo que una de las características de esta crisis -a diferencia de otras crisis clásicas del capitalismo que masacraban a los más desfavorecidos, pero dejando un poco sana a la burguesía- ha sido el empobrecimiento de la sociedad en general, excepto un 3 ó 4% de gente que son los que tienen tanto dinero como todos los demás juntos. Ahora, las clases sociales que estaban un poco a salvo también han sido víctimas. Esta crisis ha provocado tragedias. Sin embargo, el punto de vista que me interesa siempre es el de los supervivientes, el de los resistentes. Esta es una novela de víctimas resistentes, de gente que busca de muchas maneras la forma de seguir siendo ellos mismos y seguir viviendo su vida en medio de esta catástrofe”, explica la escritora madrileña.

Grandes presenta la cotidianidad de un barrio, de sus gentes, con predominio de las figuras femeninas y, especialmente, la de los más mayores, que juegan en estas historias un papel fundamental. “Los abuelos son muy importantes, a mí me gustaría que este libro por eso tiene el título que tiene, aparte de ser la crónica de la vida cotidiana en la crisis, fuera una reivindicación de la cultura de la pobreza, que se ha perdido en este país. Desde que empezó la crisis pensaba que si trajera a mis abuelos a mi casa y les dijera que mirasen esta crisis, tan horrible, se iban a partir de risa, porque para ellos esto no sería una crisis, sería un accidente. Creo que mis abuelos tenían una riqueza, una fortaleza, que nosotros hemos perdido. Cuando yo era pequeña tengo la imagen de las chicas del servicio en Madrid que siempre iban corriendo, nunca andaban por la calle porque no tenían abrigo. Entonces hacía mucho frío, y ellas salían con una chaqueta de punto y corrían. Yo rescaté imágenes de esas, y me di cuenta que eran imágenes que ahora me podían resultar extrañas, pero no eran tristes. Porque yo creo que los españoles siempre hemos sido pobres, hasta hace veinte o veinticinco años. Y en este país hemos sabido ser pobres siempre, y en este país cuando el rey de España era el más rico del universo, los españoles eran pobres porque el dinero de América iba a Alemania para pagar las guerras del Emperador. Pero precisamente por eso, los padres legaban a sus hijos la pobreza y también una forma de vivirla con dignidad. Cuando yo era niña la pobreza en España no era humillante, la pobreza no era vergonzosa y sobre todo no era culpable. Nadie se avergonzada ni se sentía culpable por ser pobre. La pobreza formaba parte de la vida cotidiana, y vivir era luchar denodadamente para que tus hijos vivieran mejor que tú, pero en esa lucha cabía la alegría, la ilusión, la esperanza, y yo creo que esa cultura que hemos perdido, ahora nos vendría muy bien para afrontar lo que nos ha pasado. A los españoles hace veinticinco años nos contaron que éramos ricos, que siempre íbamos a ser ricos y nos lo creímos, perdimos las referencias con nuestra propia tradición. Este país hace veinticinco años se convirtió en un país muy desagradable, de gente muy hortera y, la felicidad se equiparó al consumo, y a lo único que aspiraba la gente no era ya que sus hijos vivieran mejor que ellos o no, sino a cambiar de modelo de Audi al mismo tiempo que su vecino. Y en ese lapso de tiempo hemos perdido la cultura de nuestros abuelos. A mí me gustaría que este libro aparte de ser una crónica de la crisis fuera una reivindicación de esa cultura, por eso, se llama Los besos en el pan. Porque una de las muestras de eso, fue esa costumbre que yo no fui capaz de transmitirle a mis hijos, pero que a mí me enseñaron, la de besar el pan. Y cuando a mí me enseñaron que había que besar el pan, en principio, yo pensaba que era una extravagancia. Muchos años después, entendí que era el reflejo del hambre que habían pasado. Además, el pan tiene esa fuerza, porque el pan es la metáfora del alimento, el pan es la metáfora de la supervivencia. Entonces besar el pan era como una muestra de respeto por la vida. Y yo creo que eso es lo que hemos perdido, por eso, en este libro hay tantos abuelos. Muchos protagonistas de los episodios aparecen aquí o, los abuelos de este libro son contemporáneos de los jóvenes de los episodios. Los abuelos de este libro tienen una doble función, por un lado, económica, esos abuelos que mantienen a las familias, pero aquí los abuelos tienen más poder, son más importantes como transmisores de esa cultura. Hay abuelos aquí que su función es armar moralmente a sus nietos, y explicarles como es el mundo. Por eso son tan importantes”, arguye Grandes.

Los besos en el pan es una gran novela testimonial, con mucha crítica social, de los amargos tiempos que corren, donde no falta ni uno de los problemas sociales que conviven en la sociedad desde que todo este tsunami estallase en el 2007. Gracias a su trabajo como columnista, Almudena Grandes desvelará qué ocurre más allá del umbral de cada hogar: cómo transcurre la vida de una familia que vuelve de vacaciones decidida a que su rutina no cambie; quién solloza tras un tabique; por qué la Navidad llega en verano o quién vuelve al campo para vivir de las tierras que alimentaron a sus antepasados. Al mismo tiempo, Almudena Grandes presentará otras tantas historias, más crudas, bastante representativas de esta crisis que nos ha tocado vivir: el hambre infantil en las aulas de la maestra Sofía Salgado; el desmantelamiento del centro de salud donde trabaja Diana; el silencio, que los convierte a todos en cómplices, del asesinato de esa vecina tan discreta, que nunca dijo nada, aunque todos escuchasen los golpes e insultos; la lucha de Marita contra las estafas bancarias ya sea por hipotecas o preferentes; el estallido de la burbuja inmobiliaria de la que serán víctimas Sebastián o el joven Toni; la historia de Amalia y las chinas explotadas por las mafias; o la tentación yihadista de Ahmed motivada por la miseria y la desesperación que sume a su familia, entre muchas otras historias en las que la escritora madrileña busca sobre todo “que los lectores se reconozcan”.

El lector experimentará a través de esta antigua tradición, la de besar el pan, las emociones, tristes y alegres, que los personajes sienten en cada momento, como define la misma Grandes, porque este libro “no es optimista, pero si es un libro esperanzado porque aquí como en los Episodios los personajes son resistentes, resisten en una posguerra distinta. Aquí no se trata de luchar contra una dictadura, sino de conservar la propia vida, la resistencia de ellos consiste en decir yo me voy a seguir llamando como me llamo, manteniendo mis rutinas, yo creo que eso es lo fundamental, mantener la calma y sobre todo mantener tu estilo de vida. Yo antes tenía más pero ahora tengo menos pero no voy a dejar de salir a tomar cañas, lo que no puedes hacer es darles el gusto de quedarte en casa llorando. Esos son los personajes que a mí no me interesan, a mí los que me interesan son los que se levantan. En este sentido es una novela esperanzada, tiene sus tragedias, está situación ha creado tragedias, yo no quería que la novela fuera un catálogo exhaustivo de tragedias de la crisis, yo lo que quería era contar la vida, y en una crisis pasan muchas más cosas. En un año de crisis la gente se enamora, se desenamora, aprueba, suspende, se va de vacaciones, y yo he intentado contar eso, y al final la familia central de mi novela consigue salir adelante un poco a trancas y barrancas. En ese sentido, yo creo que la novela es esperanzadora”.

Entrevista hecha por Arantxa Carceller Genovés en diciembre de 2015.

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